Como cada último domingo de octubre se realiza la subida,
desde la población, a 11 kilómetros, para dejar en su ermita
hasta el 6 de septiembre del próximo año, a su Virgen.
Se la recibe cordialmente cercana a la ermita
en procesión multitudinaria todos la acompañan.
En su trono de viaje la llevan en andas,
rodeada del calor de sus conciudadanos.
Recibida con el canto de una voz y las notas
de unas guitarras y un acordeón.
Notas que esconden el clamor de las gentes.
Arropada por los peregrinos que la acompañan se dirige a su casa,
donde pasará todo el invierno y gran parte del verano.
El último adios tras una misa.
El murmullo de la gente quedará impregnado
en las piedras que la cobijan.
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